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Biografía de Desiderio Jerés Miquel

Fuente: Vicente Cárcel Ortí

Nacido el: 27/08/1891 en: Jijona - Alicante
Fallecido el: 27/09/1936 en: Bocairente
Actividad: Religioso
Última actualización: 03/11/2014
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Beneficiado de Bocairente

(Jijona, 27 agosto1891 - Bocairente, 27 septiembre 1936).

«Educado en un hogar cristiano, muy modesto, cuyos tres hijos fueron sacerdotes. A pesar de la pobreza de su casa logró entrar en el colegio de Vocaciones Eclesiásticas de San José, de Valencia, y no siéndoles posible continuar sufragando la módica pensión, los proveyó suscitando el entusiasmo de nuestro biografiado, que obtuvo por oposición una beca en el seminario de Valencia, donde se distinguió siempre por su laboriosidad y disciplina.

Ordenado de presbítero en 1914, fue nombrado Sochantre de la iglesia colegial de Gandía, donde promovió, desde su cargo, la campaña de renovación de la música sagrada, según el espíritu del Motu Proprio de Pío X, no sólo en la colegial, sino en los demás templos de Gandía y su comarca. También dedicó grande actividad y celo a otros aspectos de nuestro apostolado, principalmente en lo que respecta a la formación de la juventud masculina; instalada en la residencia de los PP. Jesuitas, Palacio del Santo Duque, la congregación mariana de los Luises, allí se presentó nuestro mártir, y desde el primer día, en todo lo que allí se proponía, instaba o se realizaba, que no era poco, a las órdenes siempre de los Jesuitas, él era el primero en animar y formar a los jóvenes; ejercicios espirituales, asambleas, compañía dramática, capilla u orfeón de música, etcétera, en todo tomaba parte activísima, cuando no era el director suplente.

Pasó seis años en Gandía, desempeñando el cargo de Sochantre de la Colegiata, hasta que, convocadas oposiciones al Real Colegio de Corpus Christi, en Valencia, movido siempre por su gran celo de dar gloria a Dios, por medio de su canto litúrgico, para el cual él le había dotado de muy buenas cualidades, obtuvo la plaza de capellán primero de dicho Colegio, cargo que estuvo desempeñando por espacio de nueve meses, trasladándose después a Bocairente, donde, bajo la inspiración de D. Juan Belda, cierta familia piadosa había fundado un beneficio con cargo de Sochantre, a fin de fomentar el espíritu litúrgico en la música y culto sagrados.

Y aquí en Bocairente fue donde nuestro sacerdote desplegó su ardiente celo y puso los cimientos de esa vida ejemplar que culminaría con el martirio. Fundó el Coro parroquial, verdadero seminario de almas fervorosas y levadura de la piedad litúrgica; la Schola Cantorum, integrada por sesenta voces, con reglamento aprobado por el Arzobispado, y que, además de su actuación en el templo, tenía una vida artística esplendorosa en veladas, conciertos, etcétera, siempre con fines religiosos o caritativos. La dirección acertada de una “Hoja parroquial” estaba íntimamente ligada a esas sus grandes actividades.

Pero donde nuestro biografiado desplegó su mayor celo y su máximo interés fue, principalmente, en la Congregación Mariana; nombrado Director de la misma apenas llegó a esta localidad, lo tomó con tanto empeño y con tanto interés que, a la verdad, no perdonó cuantos sacrificios pudiera hacer por la juventud masculina de Bocairente, y su celo y fervor no se limitaron solamente a las fiestas y funciones religiosas, que por cierto se celebraban cada semana, cada mes y las principales cada año.

Semanalmente les daba círculos de formación religiosa, les predicaba continuamente, les organizaba excursiones, jiras, funciones de teatro, en lo cual llegó a competir y hasta hacer fracasar a los demás teatros de la localidad, les daba o proporcionaba tandas de ejercicios espirituales con mucha frecuencia, retiros mensuales, les procuraba buenas lecturas, les visitaba cuando estaban enfermos y si lo necesitaban les socorría con medios económicos; en fin, y en una palabra, fue D. Desiderio para la juventud de Bocairente un verdadero padre, y su labor apostólica en este aspecto perdurará por muchos años y fructificará como es de esperar.

Y cuando la Acción Católica centró y resumió, según las normas pontificias, toda la vida de piedad y apostolado, a ella se lanzó D. Desiderio, que ostentará, por fin, como su máximo galardón el de Consiliario de la Acción Católica, que fundó, organizó y dirigió en gran parte y que tan próspera vida tuvo en Bocairente.

Si hasta entonces nuestro mártir, por su apostólica actuación y por su celo y fervor, había conseguido captar las simpatías de la mayoría del pueblo de Bocairente, que casi en su totalidad es católico y cristiano fervoroso, no faltaba, como en otros pueblos, una muy exigua minoría que, precisamente por su actuación apostólica, veía en nuestro mártir al enemigo que habían de eliminar a toda costa, una sociedad titulada “El Amanecer”, de unos treinta individuos de la peor ralea, todos comunistas, que aunque pocos en número fueron los suficientes para perpetrar en la villa de Bocairente diecisiete asesinatos de los mártires hijos del pueblo, siendo el primero de ellos nuestro mártir.

El 18 de julio de 1936, a eso de las dos de la tarde, fallecía la madre de éste, Dª. Antonia Miquel; al día siguiente (19 de julio), a las seis de la tarde, se celebraba su entierro; el martes siguiente (21 de julio) se celebraron los funerales, los últimos actos del culto que se tuvieron en aquella parroquia. A las dos de la tarde de este mismo día se presentó en su casa un alguacil que llevaba la primera orden acordada por el comité revolucionario que acababa de constituirse, e inmediatamente había decretado el destierro del Rvdo. D. Desiderio, fuera de los límites del término municipal, para una hora después (tres de la tarde) del mismo día 21 de julio.

A las tres de la tarde en punto, nuestro mártir, vestido con la sotana, que no abandonó hasta el día de su martirio, salía de Bocairente, acompañado de su hermano, Rvdo. D. José Jerez, hacia Onteniente, para instalarse en la casa abadía que habitaba su Arcipreste, Rvdo. D. Juan Belda, presbítero. A esas horas (las cuatro de la tarde) ya estaban en Onteniente los guardias apostados y en actitud nada tranquilizadora, por lo que al día siguiente, nuestro mártir, siguiendo los consejos de las personas que tanto le estimaban, creyó conveniente trasladarse de casa y fue a parar a la vivienda del también dignísimo sacerdote, D. Patricio Peidró, que igualmente fue asesinado.

Allí permaneció unos días, hasta el día 2 de agosto por la noche, en la cual, y a eso de las doce o doce y media, llamaron unos desconocidos, con órdenes concretas para detener al sacerdote D. Desiderio, allí escondido, y a la una de la noche, en un coche automóvil y acompañado de otro coche y de once escopeteros, se dirigieron por la carretera de Onteniente a Bocairente, a donde llegaron a eso de las dos y media de la madrugada.

Aquello fue su calle de amargura, en medio de insultos, burlas, palabras soeces, etcétera, durante el trayecto que media entre Onteniente y Bocairente, para llevarlo a un tribunal burdo en la casa Ayuntamiento de esta villa, donde, con el fin de juzgarle al día siguiente, le dejaron en el mismo retrete (por espacio de siete u ocho horas), lleno de excrementos y suciedades, tanto, que a nuestro mártir le movió un fuerte vómito, y por la tos, tan conocido era en Bocairente se dieron cuenta en el vecindario de que D. Desiderio estaba en aquel lugar inmundo y pronto acudieron a comunicarlo a sus familiares; pero todo fue inútil.

A las diez de la mañana, sacaron a nuestro mártir del retrete y lo llevaron al primer tribunal, al salón de sesiones, donde estaba reunido todo el comité en pleno, y allí empezaron las acusaciones: sencillamente, toda su labor apostólica, desde que había llegado a Bocairente hacía quince años; oídas las acusaciones, tomó él la palabra y estuvo casi una hora hablándoles, pero de tal manera y con una oratoria tan extraordinaria que los mismos del comité quedaron maravillosamente pasmados.

Después de este primer tribunal, y porque todavía la Divina Providencia no había cumplido sus planes, fue conducido en medio de unos treinta escopeteros formando circunferencia, y al centro nuestro mártir vestido con su sotana y su manteo, a su casa, que dejaron bien custodiada, poniendo un piquete de escopeteros para evitar que ni entraran ni salieran los demás familiares, y con la orden terminante de que a las tres de la tarde de ese mismo día (dos horas después de haber llegado) saldrían para Jijona, su pueblo natal, conducidos otra vez por los escopeteros.

A las tres en punto de la tarde volvieron a presentarse en la casa diez o doce hombres armados, ordenando a nuestro mártir y a sus familiares, José Jerez y las tres hermanas, que bajaran a la plaza principal, donde estaban preparados ya los dos autos que les habían de trasladar a Jijona; tomaron el camino de Bañeres, por Ibi a Jijona, y durante el trayecto no cesaron de zaherirles, injuriarles y maltratarles.

Llegados a Jijona continúa la vía dolorosa; repetidas veces fue llamado a declarar al comité de aquella localidad; por tres veces fueron los de Bocairente y durmieron en la casa cuartel, para que los de Jijona les entregaran al sacerdote; los de Jijona, en principio, no quisieron entregarlo, pero, últimamente, simulando que se habían ido a cazar todos y, por consiguiente, no pudieron evitarlo (al ser amenazados por los de Bocairente con que les denunciarían al Gobernador de Alicante), cobardemente, lo entregaron a la chusma, y el día 27 de septiembre de ese mismo año, a las siete y media de la mañana, vinieron por cuarta vez y le requirieron para que de nuevo, y por última vez, se presentara al tribunal de Bocairente con el fin de declarar, y a pesar de las razones y excusas que alegaron los familiares no hubo más remedio que subir de nuevo, ahora ya definitivamente, al calvario.

Salió el auto por la carretera de Alcoy, antes de las ocho de la mañana, día 7 de septiembre, domingo, y al llegar a la partida de Buixcarró, le hicieron bajar del auto (lo que sigue es del dominio público en Bocairente, por cuanto los asesinos lo estuvieron contando repetidas veces durante la cruzada hasta en medio de la calle y mesas de los casinos). Desde que salieron de Jijona la marea iba creciendo: las burlas, las palabras, los malos tratos, los recuerdos, las acciones ofensivas fueron muchísimos, y al llegar al sitio del martirio y darse cuenta el mártir de lo que le iba a ocurrir, lejos de manifestarles ningún rencor, les pidió perdón a cada uno de los cuatro que le asesinaron y les dirigió la palabra un buen rato, según ellos cuentan, dándoles buenos consejos y recomendándoles muchísimo que cambiaran de vida, siendo más sensible para él que uno de los acompañantes había sido uno de los jóvenes predilectos a quien había formado cristianamente.

Suponiendo que había llegado ya su última hora quiso abrazar al joven dicho, diciéndole que le perdonaba. Cuando los asesinos empuñaron las pistolas y consumaron el crimen, nuestro mártir, con toda su magnífica voz y con toda la fuerza de sus pulmones, dio el grito de ¡Viva Cristo Rey!

Sufrió una muerte horrible, no queriendo los asesinos que fuese una muerte rápida, sino lo más lenta posible para que sufriera más, y personas que lo vieron atestiguan que en su agonía su cuerpo daba saltos hasta un metro de altura, muriendo totalmente desangrado.

Dejado su cuerpo exánime en el lugar de la ejecución, los viandantes dieron aviso al pueblo de Bañeres; llegó el juzgado, y en un camión se transportó el cadáver al cementerio de esta población, donde fue enterrado en fosa común y sin más que una contraseña que puso el sepulturero, que adivinaba ser algún sacerdote martirizado.

Al terminar la guerra fueron identificados sus restos y llevados a Bocairente, donde el pueblo en masa tributó a los restos de su sacerdote una imponente manifestación de dolor y veneración. Durante los dos días en que estuvo expuesto el cadáver todos decían que había muerto un santo y un mártir.

Sus restos fueron colocados en un nicho que había cedido el Ayuntamiento de Bocairente, y al intentar sus familiares en varias ocasiones trasladarlos a Jijona, su pueblo natal, el pueblo en masa se ha opuesto porque quería tenerlo en Bocairente. Por fin, el 7 de enero de 1951 fueron trasladados a su patria natal, donde descansan.

Nada puede cerrar de modo más completo este ligero bosquejo biográfico de tan virtuoso sacerdote como el testimonio que nos aporta otro ilustre sacerdote, que fue su cura párroco.

Lo transcribimos: Siete años conviví con él y pude conocerle a fondo por la santa confianza con que nos tratábamos. Era de carácter jovial y alegre, aunque incomprendido, pues lo parcializaron en la cuestión obrera e infundadamente le miraban como enemigo del pueblo obrero; pero su actuación era del todo contraria a todo cuanto decían; su paciencia y el tiempo vinieron a descubrir aquella alma que tanto sufrió en este sentido, hasta que triunfó con su actuación, pues era el alma del Patronato de la Juventud Obrera y la Congregación de los Luises, que rayó a gran altura su espiritualidad, porque su espíritu de sacrificio no tenía límites, hasta que consiguió la formación de una Schola Cantorum, la primera que se formó en nuestra diócesis, y con sus noventa y dos componentes ejecutaron con toda perfección obras de los autores clásicos más afamados, en Valencia, Alcoy, Onteniente y otros pueblos, con la más grande admiración y bendición del Excmo. Sr. Arzobispo.

Era sacerdote de vida interior y de mucha oración; jamás le pude sorprender, ni en casa ni fuera de ella, ocioso, o sin hacer alguna cosa de notorio provecho de las almas, especialmente en el Patronato, en donde organizó el catecismo con una primorosidad de detalles que tenía a toda la juventud bocairentina completamente a su disposición, con una formación espiritual tan intensa como lo han demostrado posteriormente hasta sus mismos enemigos.

Uno de los jóvenes del Patronato, a quien más distinguió y se sacrificó por él, al venir la revolución perdió la fe, y después de haber hecho por él hasta sacrificios pecuniarios, siendo D. Desiderio pobre como era y vivía, dicen que fue el que más se distinguió en el martirio; por ello, antes de ser pasado por las armas al venir la Liberación decía, entre lágrimas de arrepentimiento y temor de la divina justicia, que no podía apartar la imagen de D. Desiderio, que se le representaba aun a pesar de cerrar los ojos».

Está incluido en el segundo proceso de beatificación por martirio de sacerdotes diocesanos, que encabeza el deán Miguel Payá.

BIBL.: ZAHONERO, 447-452.

 

Otros datos y enlaces

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Vicente Cárcel Ortí es autor de "Obispos y Sacerdotes Valencianos de los Siglos XIX y XX" - Diccionario histórico - Editado por EDICEP - Editorial Cultural y Espiritual Popular, S.L.

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Nota de José Luis Martínez Angel:

La transcripción literal de esta biografía relata sucesos muy lamentables ocurridos en tiempos oscuros. El narrador, sacerdote como el biografiado, relata con mucha emoción lo sucedido, y es evidente que el texto está escrito desde el dolor del redactor, pero son hechos que sucedieron y no se deben ocultar.

Para vergüenza de unos y consuelo de los muchos que quisieron y respetaron a Don Desiderio mientras desarrollaba su labor pastoral en Bocairent

Nota sobre el apellido Don Vicente Carcel lo biografía con el apellido "Jerez", pero en la información parroquial y en su esquela figura "Jerés", apellido que mantengo en esta biografía

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